En la época del Renacimiento (siglos XV y XVI) la preocupación empírica, científica e intelectual vuelve a ser una de las inquietudes del ser humano. Con ella, los pensamientos físicos retoman gran importancia, y surgen las figuras de Nicolás Copérnico y Kepler, que discutían acerca de la astronomía. También las aportaciones en diversos campos de Gaileo Galilei fueron un hecho importante para el desarrollo de la Física.
En el caso del electromagnetismo, el físico Lord Gilbert, que
había dedicado gran parte de su vida al estudio de estas fuerzas y en especial del campo
magnético de la Tierra, publicó la primera aproximación sistemática, experimental y
científica al tema, concluyendo entre otras cosas que la Tierra era un gran imán con sus
polos magnéticos coincidentes casi con los polos geográficos, lo que daba la primera
explicación razonada al comportamiento de la brújula que se conocía y usaba como
“utensilio mágico” desde hacía más de seis siglos. Gilbert descubrió también las propiedades eléctricas que adquirían ciertas sustancias con el frotamiento, como el azufre, el ámbar, la cera, etc.
También, El médico renacentista italiano Girolamo Cardano escribió acerca de la electricidad en De Subtilitate (1550) distinguiendo, tal vez por primera vez, entre fuerzas eléctricas y magnéticas.
Hacia la última parte del siglo XVI un médico de la época de la reina Isabel, el Dr. William Gilbert, en De Magnete, acuñó la nueva palabra latina «electricus» de (Elektron), palabra griega que significa «ámbar».
El primer uso de la palabra «electricidad» se atribuye a Sir Thomas Browne en su obra de 1646, «Pseudodoxia Epidemica».
Otro pionero fue Robert Boyle, que en 1675 declaró que la atracción y la repulsión eléctrica pueden actuar a través del vacío. Uno de sus importantes descubrimientos fue que los cuerpos electrizados en el vacío pueden atraer sustancias ligeras, esto indica que el efecto eléctrico no depende del aire como medio. También añadió la resina a la lista conocida hasta entonces de sustancias eléctricas.